OBSESIÓN.




No he podido ovidar aquel momento,
cuando al verte a través 
de tu ventana. Quedé absorto,  sin voz y sin aliento,
al verte tan de cerca y tan lejana.

 Mas hoy sigo en incógnitos abrojos,
sin poderte decir que, aquella tarde,
te besé con el alma y con mis ojos
 y te entregué mi corazón cobarde.

Pero tú, en la alborada de tu encanto,
 no tuviste piedad de mi quebranto,
y me hieres con álgidos reproches.
 
 Hoy te sigo esperando, con desvelo,
para hallar de tus brazos el consuelo
 en el gélido polo de mis noches.


Comentarios

Entradas populares de este blog

LA AGONÍA DEL CÓNDOR

RENCOR.

ANSIEDAD