AÑO VIEJO.
Ya se fue el año viejo, como un sueño, y con él apagadas ilusiones de aquellos lacerados corazones, que tuvieron un triste desempeño. Y se van, con el ritmo de los años, los anhelos frustrados de la vida; el fulgor y la gloria presumida, y, también, los acerbos desengaños... Pero nunca perdemos la esperanza, abrazados por siempre a la ilusión de alcanzar en la vida algo mejor. El humilde, que vive en lontananza, en cada vela eleva una oración, con un ciego optimismo en el Señor.