LOS EGNIMAS DEL AMOR.



Hay muchas clases de amores
y todos son bien venidos;
el que más  causa dolores 
es aquel de los sentidos, 
al marchitarse sus flores.

Esta es una pequeña síntesis o concepto, muy personal, de lo que son los diferentes matices o circunstancias del amor y sus reveses en sus complejas manifestaciones.
El amor filial es el más puro y sincero. Es aquel que se manifiesta en la agradable sonrisa de una madre o en la mirada inocente de un niño, que no están saturadas por el engaño, la indiferencia y la traición.
Donde no hay amor, no hay armonía, humildad ni comprensión. El amor es la máxima expresión del sentimiento humano. Es una manifestación o virtud innata, impoluta, que heredamos cada una de las especies del reino universal; invulnerable a todas las tentaciones malévolas que se puedan atravesar; no se doblega ni conoce el rencor, ni se materializa o se marchita, como las flores al abrazo del estío; no se inclina a la bajeza de ninguna tentación indigna, porque el honor es su escudo impenetrable.
El amor casto y verdadero es aquel que llevamos en la sangre de nuestras venas y en el alma hasta el último signo de nuestra breve existencia. No tiene aprendizaje, ni siquiera en la escuela de la vida, por eterna que esta sea, porque no está sujeto a ningún aprendizaje; es natural, como la corriente de un río, cuando nace en las húmedas grietas de las montañas; inmarcesible, que no tiene cruces. El amor impera en todas las especies de nuestra naturaleza. Basta ver la enseñanza que nos dan  los animales en todas sus manifestaciones, que prefieren morir antes que dejarse arrebatar sus retoños por el enemigo. El amor no conoce la traición ni el rencor. Es aquel que sabe decir, con humildad, gracias, perdón, te amo. Es un destello que aparece en nuestros corazones, como una estrella, que nos protege de las negras vicisitudes de la vida.

Es poco el conocimiento de la filosofía y las figuras de la retórica para definir o comparar su beatitud y misteriosa grandeza en el corazón humano.
 
El amor fraternal lo llevamos en las entrañas, y no en el cerebro, desde el mismo momento en que nuestros inocentes ojos se abren, por vez primera, a la luz del día. El amor filial es un tesoro escondido en el último rincón del alma hasta el ocaso de nuestro último aliento. 
Es el amor de madre el que encabeza esta sublime manifestación; el amor a nuestros hijos; a nuestros hermanos; a nuestros buenos amigos; a los animales y la naturaleza que nos rodea con todo su esplendor.

Otra cosa es el amor pasional, aquel de los sentidos; aquel, cuyos principios son el origen de la humanidad y de todas las especies que habitamos este mundo. Es aquel que atrae como un imán y desgarra corazones; aquel que suscita guerras y malos entendidos.

El amor pasional es un arma de doble filo; es infernal y tempestuoso, como el huracán; es un barco a la deriva, sin ningún horizonte a la vista. Es pasajero como la flor al soplo del estío, si no lo sabemos cultivar. El amor pasional es profundo y peligroso; es el abismo que atrae: no te inclines sobre él.

Un gran escritor dijo, aludiendo la magnitud de una pasión desgarradora: "El amor es el jabalí que mutiló a Adonis; es el suplicio de Prometeo; es la roca de Sísifo, es el escollo donde canta la sirena"

El amor de los sentidos es el vórtice de todas las pasiones. ¡Cuántas lágrimas! ¡Cuántas tragedias!, Cuantos corazones partidos se han apagado en aras de un amor desenfrenado!.. El amor pasional es embriagante, como el champán. "Es una dulce gota de rocío desprendida desde el cielo sobre el cáliz de la vida" dijo Severo Catalina en su magistral obra La Mujer.

A través de las páginas de la literatura universal, aún arden las cenizas de aquellas lamentables y conmovedoras historias de amor, que originaron dolorosas tragedias, que todavía lamentamos. Algunos de estos mártires o víctimas del amor, por citar algunos: El mexicano Manuel Acuña, y su triste y desgarrador poema, Nocturno, dedicado a Rosario, un amor imposible, cuya pasión por esta mujer lo arrastró a las garras del suicidio, como única alternativa o solución a su profunda pasión. 
El Colombiano José Asunción silva, también corrió la misma suerte, inmolándose por un amor secreto, inalcanzable, que nunca pudo controlar, y para coincidencia, con su último poema titulado Nocturno, que parece que plagio, exactamente, la muerte de Manuel Cuña, en iguales circunstancias.

 Algunos otros famosos, y dramáticos escritores, también se hundieron en el fango de una pasión sin límites, insoportable, desenfrenada, cargando la cruz de su amargura hasta el final de su atribulada existencia. Entre ellos, citaré algunos: Johann Wolfgang Goethe, y su dramática obra de amor, Werther, que no es otra cosa que su dolorosa autobiografía, inspirada en un amor que nunca pudo ser, y continuado en su magna obra, Fausto.
Igual ocurrió con la María, de Jorge Isaac, Cuyo drama es el espejo de un amor oculto. Dante Alighieri,
también se escuda en sus monumentales obras, La Divina Comedia y Vida Nueva, escritas bajo la sombra de un amor, que solo era una quimera en su imaginación, malogrando su lacerado corazón hasta la eternidad.
Amar es hermoso y sugestivo, cuando se es correspondido. El amor nos ilumina como la estrella de oriente en cada amanecer; es el canto cimero del poeta y el ruiseñor al despertar la aurora. Nada es igual a la profundidad de su encanto y sutil atracción, que se oculta en su atractivo físico o espiritual.

 Cuando se ama con alma y corazón no existen los defectos, todo es puro y perfecto en su integridad y magnitud, sin secretos o nubes que opaquen su lealtad. No existe poeta o poema alguno, que pueda definirlo en su maravillosa plenitud; es como el perfume embriagante de la mujer amada, que nos impregna hasta el alma, y lo llevamos en el corazón hasta el último signo de la vida.

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