A MI MADRE.



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¡OH, madre! En este memorable día,
 me invade de nostalgia el corazón
 y me llena de cruel melancolía,
porque ya no me das la bendición.
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Tu imagen es la estrella vespertina
 que ilumina mis noches de quebranto,
y del cielo despeja la neblina
 de mis ojos, cubiertos por el llanto...
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Ya no puedo vivir sin tu consuelo;
sin la dulce piedad de tu mirada,
pero sé que me guías con desvelo.
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Mas un día mi vida, ya cansada,
buscará el dulce abrigo de tu velo,
cuando llegue al final de mi jornada.

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